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#CartaDeLectores Cae.




Si supieras que me cuesta. Y que en realidad me hago la fuerte cuando siento que, si mi corazoncito fuese un vaso, se estaría rebalsando. Y es que se está rebalsando. Se llena y llena; mientras lo sostengo con una mano, con la otra intento frenar el agua y hacer piletita, y que no se me escape nada por entre los dedos.


Así en un movimiento rápido y cuidadoso, hábil (consecuencia de práctica de años), llevo la piletita para arriba y relleno el vaso, al que, en el momento en que lo relleno con el agua que se le acaba de caer, se le escapa más, porque lógicamente si antes no había lugar, ahora tampoco.


Cae y la paro con la mano. Se repite el ciclo de siempre, ese del que soy parte y al que no voy a poner freno, porque intento arreglarlo todo, para arreglarme, para que quede, para que de una vez por todas no caiga más agua; que yo soy fuerte, que yo sí que puedo seguir en este círculo.


Pero resulta que, cada vez me canso más, cada vez los dedos son más torpes y los movimientos más lentos. El agua está más fría. Y es inevitable. Es imposible parar el agua con los dedos. Entonces lo entiendo. Primero dejo caer un brazo. Y la mano. Y entonces el agua empieza a fluir más rápido, ese agua que un poco más lento caía gracias a que mis dedos así se lo proponían.


El vaso suelta finalmente todo lo que lleva de más. El brazo que resta ve qué cómodo está su par. Entonces le permito seguir sus pasos. Y suelto el otro brazo, y abro la otra mano. Y ahora, al no tener manos que lo sostengan, el vaso está en el aire. Un poco del agua en el piso, y el vaso en el aire con su agua en el aire. Se percibe entonces el silencioso ruido de cuando estamos en una espera nerviosa, a vistas de que algo inevitable está ahí, por acontecer.


Llega el punto cúlmine y más tenso de este silencio expectante. El vaso estalla contra el piso, y el agua es ahora un charco, y los vidrios duelen y lastiman todo lo que no nos habían dolido y lastimado antes. Antes estaban contenidos. Pero ya era insostenible.


Pasa un ratito más, ahora el charquito de agua se evapora de a poco, sube del corazón a la garganta, y de ahí sigue subiendo, siento una cosquillita en la cabeza, y el vapor ahora es agua devuelta, y es gotas, y mi mirada se nubla, y mi pecho intenta contenerse, pero una de las gotitas logra sortear la barrera que intenté imponerle, y se escapa por la esquinita de mi ojo.


A esa una le sigue una segunda, y a ésta dos más, y a cada una de estas, otras tantas. Y así de a poco se va el agua que había de más. Y cuando ya saqué todo, y queda sólo esa sensación extraña y amarga en la garganta, entonces me levanto, agarro los pedacitos de vidrio con mucho cuidado de no cortarme más, y los pego. El vaso está ahora con agua justa, que se puede llegar a escapar por los nuevos agujeritos que le tiene el vaso, porque claro, lo arreglé, pero no soy profesional, y heridas quedan. Por ahora no quiere irse, por ahora hay lugar. Y yo ahora puedo descansar, y estoy, por primera vez en mucho tiempo, tranquila.

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@anitacullen 4/7/2020.

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